Vacuna de la TBC



La vacuna BCG se utilizó por primera vez para inmunizar a seres humanos en 1921. Poco tiempo después de su introducción en el Programa Ampliado de Inmunización de la OMS en 1974, se alcanzaron tasas de cobertura de vacunación superiores al 80% en países en los que la tuberculosis es endémica. Actualmente, se administra la vacuna BCG a unos 100 millones de niños cada año. Aunque es la más antigua de las vacunas utilizadas actualmente, la vacuna BCG continúa siendo controvertida, ya que hay datos contradictorios acerca de su eficacia protectora.



Administración de la vacuna

La OMS recomienda la aplicación intradérmica de la vacuna, preferentemente en el deltoides, con jeringa y aguja, aunque en algunos países se practican otros métodos de aplicación como la técnica de punción múltiple. El número de bacilos por dosis es función de la cepa de la vacuna y varía en función del número de bacilos vivos y de su virulencia. Los neonatos vacunados normalmente reciben la mitad de la dosis que se administra a los niños de mayor edad. La vacuna BCG puede administrarse simultáneamente con otras vacunas infantiles.

La administración intradérmica de forma correcta de las vacunas BCG ocasiona casi siempre reacciones locales menores (eritema, esclerosis, dolor con la palpación) seguidas frecuentemente por la formación de una pequeña úlcera en el lugar de inyección. La edad y estado inmunitario del vacunado, la habilidad del administrador de la vacuna, y la cepa y dosis de la vacuna BCG administrada pueden influir en la intensidad de estas reacciones. Al cabo de pocos meses, la reacción local genera una pequeña cicatriz. La presencia de una cicatriz típica se utiliza como indicador de vacunación antituberculosa anterior, pero no es un indicador de inmunidad contra la tuberculosis. En los países con carga de morbilidad alta, se aconseja la vacunación contra la tuberculosis de los niños que no tengan la cicatriz característica.

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